Cuenta la abuela, que hace mucho tiempo, volaban en estas tierras mariposas mágicas. Eran hermosas mariposas de cuerpo luminoso, y grandes alas azules con pequeños bordes rojos. Dice, que cuando volaban parecían estar tocando una bella melodía, que hipnotizaba a todo aquel que las veía.
Según la abuela, ella
conoció una mariposa mágica, hace muchos, muchos años, antes que la gran ciudad
creciera tanto, y se comiera al pequeño pueblo con sus árboles viejos y frondosos, miles de flores
silvestres y pequeñas quebradas de aguas cristalinas.
Ella cree que fue un
hechizo o algo así, pero cuando la vio por primera vez, nunca más dejó de
pensar en la mariposa azul. Más, desde el día que la abuela de la abuela le
contó, que las mariposas mágicas concedían un deseo a todo aquel que lograra
amarlas.
Desde niña la abuela
tenía un gran deseo: conocer el verdadero amor, y sabía con certeza que eso era
lo que le pediría a la mariposa azul. Así que comenzó a plantar hermosas flores
en el jardín de su casa y a dispersar semillas silvestres por todos
los prados cerca de su hogar.
Con los meses, cientos
de flores fueron creciendo, entre ellas: lavandas, margaritas, pensamientos,
azucenas y azaleas. Llegaron muchos tipos de mariposas que disfrutaban del néctar
de las flores de la abuela, pero no aparecía por ningún lado su anhelada mariposa
azul.
Pero un día, después
de varios años de paciente espera, vio por primera vez una mariposa
azul. La mariposa se posó por unos instantes en una margarita y con su trompa
tomaba el néctar de la flor, luego emprendió nuevamente el vuelo alejándose del
lugar.
La mariposa regresó
varias veces al jardín, se alimentaba de una flor y descansaba brevemente
tomando el sol. La abuela intentaba atraparla con las manos pero la mariposa
era muy rápida y emprendía el vuelo antes que pudiera lograrlo.
Una mañana mi abuela estaba decidida a capturarla para pedirle su deseo. Ya
conocía las flores preferidas de la mariposa azul y la esperó allí, muy quieta y
sin hacer ningún ruido. Cuando vio la mariposa posarse en una flor cercana, le
arrojó rápidamente una vieja red que encontró en la casa.
Después de mucho esperar por fin logró atraparla. No había ningún movimiento. Con mucha cautela abrió la red para evitar que la mariposa escapara antes de pedirle el deseo. Pero la mariposa no podía huir, tenía un ala rota, la red era tan pesada que logró dañarla. A pesar que intentaba volar una y otra vez, sus esfuerzos eran en vano y no lograba emprender el vuelo.
Después de mucho esperar por fin logró atraparla. No había ningún movimiento. Con mucha cautela abrió la red para evitar que la mariposa escapara antes de pedirle el deseo. Pero la mariposa no podía huir, tenía un ala rota, la red era tan pesada que logró dañarla. A pesar que intentaba volar una y otra vez, sus esfuerzos eran en vano y no lograba emprender el vuelo.
Mi abuela cuenta que entristeció enormemente
cuando vio esa hermosa mariposa sin poder volar. Ese día lloró amargamente y se lamentó
haberla lastimado, y le decía una y otra vez palabras que salían del fondo de su corazón: —Lo siento, lo siento mucho, no quería
hacerte daño, perdóname por favor…te amo bella mariposa.
En ese momento, no sabía si la
mariposa moriría prontamente, así que decidió pedirle su deseo antes que fuera
demasiado tarde. Mirando a la frágil mariposa que sufría por su ala herida, sin dudarlo un segundo le
dijo:
—Te he esperado mucho tiempo mientras he cuidado miles de
flores para ti. Tú eres una hermosa mariposa mágica, que concede un deseo del corazón, yo te pido con amor y gratitud por tu gran belleza que... puedas volver a volar.
En ese momento ocurrió la magia; una de las lágrimas de la abuela se convirtió
en esfera de luz y rodó rápidamente hasta el ala de la mariposa, al llegar a
ella toda la mariposa se encendió en una hermosa luz, y pronto logró emprender
su melodioso vuelo.
La abuela estaba feliz de verla
nuevamente volar. Era verdad, la mariposa concedía el deseo. Ese fue el último día que vio
a la mariposa azul en su jardín.
Aunque la abuela pensó que con el vuelo de la mariposa, su deseo había terminado, no fue así. Ese día, conoció a su nuevo vecino, un joven de alma buena, que con el tiempo fue su gran amor...mi abuelo.
Aunque la abuela pensó que con el vuelo de la mariposa, su deseo había terminado, no fue así. Ese día, conoció a su nuevo vecino, un joven de alma buena, que con el tiempo fue su gran amor...mi abuelo.
A veces cuando ayudo a la abuela a
arreglar sus flores me dice:
—Aunque nunca veas una mariposa azul,
no olvides que la magia está en el verdadero amor.
Y yo, cuando miro a la abuela y al abuelo juntos, sé que es así.
Y yo, cuando miro a la abuela y al abuelo juntos, sé que es así.
©
2014 Liliana Mora León