El búho vivía la mayoría del año en el extremo del mundo, cerca del polo ártico, en una región tan fría que pocos animales pueden sobrevivir allí. Cuando llegaba el invierno, el pequeño tenía que volar miles de kilómetros hasta encontrar tierras más cálidas dónde buscar alimento.
En su primer viaje lejano, siendo joven y fuerte, voló tanto que pudo llegar hasta el trópico, donde el calor dura todo el año. En ese territorio encontró un bosque con muchas aves, todas nuevas para él. El joven búho comenzó a compararse con cada una de ellas, admirando aquellas aves tan coloridas y diferentes a él.
Luego, vio un gracioso loro arcoíris que posaba en la copa de un árbol, con su linda cabeza azul y roja, y sus alas de un verde encendido. Aunque le pareció un animal bastante ruidoso y siempre habían más de dos haciendo bulla.
Otro día admiró al tucán pico iris, un ave muy elegante con un hermoso cuerpo negro y amarillo. Tenía un pico largo, muy largo, en el que estaban pintados casi todos los colores del arcoíris.
Otro día admiró al tucán pico iris, un ave muy elegante con un hermoso cuerpo negro y amarillo. Tenía un pico largo, muy largo, en el que estaban pintados casi todos los colores del arcoíris.
El joven búho, al compararse con las demás aves, sentía que no era tan especial como aquellos pájaros llamativos. Quería saber por qué a él le faltaba algo de color en su plumaje. Así que decidió volar al árbol donde posaba su abuelo, un viejo búho que parecía saberlo todo.
—Si no tienes el plumaje de tantos colores es que no lo necesitas —respondió el abuelo, esperando que con su breve respuesta, el joven quedara satisfecho.
— Pero... ¡Yo quiero plumas de muchos colores!
—Tú eres un búho blanco de nieve y no un ave tropical —dijo el abuelo—. Los búhos somos diferentes; mientras más blanco sea nuestro plumaje más podemos vivir, porque nos escondemos en la nieve y así escapamos de los cazadores. De no ser por el color de nuestras plumas ya hubiéramos desaparecido como lo han hecho cientos de aves, o estaríamos prisioneros en una jaula en cualquier lugar del mundo.
—Yo quiero ser especial como esas aves —le respondió el joven al abuelo mientras miraba con tristeza sus plumas blancas.
—Tú ya eres un ave muy especial —dijo el viejo búho—, tienes unas plumas tan suaves que te permiten volar en silencio y así ser el mejor cazador. Además, tus alas son tan fuertes que puedes volar miles de kilómetros sin cansarte. ¡Tú eres único! —dijo el abuelo muy orgulloso de su nieto.
El joven pensó un largo rato, mientras comprendía lo que el abuelo le había dicho: ¡Tú eres único!¡Tú eres muy especial!...lo repetía en su cabeza una y otra vez... Luego rompió el silencio con gran emoción:
—¡Ya entiendo! ¡Ahora lo comprendo!—dijo mientras sonreía por su gran descubrimiento—, aunque no tenga plumas de los colores del arcoíris, con mis fuertes alas puedo volar hasta él.
© 2014 Liliana Mora León
Puedes escuchar este bello cuento narrado por Rodo en su canal de You Tube: