jueves, 18 de septiembre de 2014

Cuento sobre la perseverancia: El viaje al Cotopaxi




En la excursión de fin de curso, el profesor daba las explicaciones al grupo antes de iniciar el ascenso de la montaña:

—El Cotopaxi es una montaña majestuosa del Ecuador. Según los datos históricos, ha perdido gran parte de su nieve por el calentamiento global —dijo el profesor—. Nadie sabe a ciencia cierta, en cuanto tiempo perderá toda la nieve. ¡Esta puede ser su última oportunidad para conocerla!

Después de las palabras del profesor, todos los chicos bajaron del autobús, organizaron sus morrales y comenzaron a subir la montaña;  estaban llenos de ganas y entusiasmo por conocer la nieve en su país tropical. Pero con el avance del tiempo, los pasos eran muy lentos con cada metro que se ascendía; respirar costaba más trabajo y avanzar era una tarea realmente complicada.

Muchos se fueron quedando por el camino, algunos decidieron devolverse al autobús; otros llegaron solo hasta el primer refugio y decidieron quedarse allí, tomando una bebida caliente.

Solamente tres estudiantes continuaron el ascenso. Ninguno sabía que tanto tiempo faltaba para llegar a la cima. Uno de los jóvenes ya cansado comenzó a preguntase:¿qué pasará si el autobús nos deja?¿quién vendrá a rescatarnos si nos pasa algo?¿existirá algún animal peligroso cerca a la cima?... Lleno de dudas y miedos, decidió parar y no continuar el ascenso, a pesar de la insistencia de sus amigos.

Mientras él se hacía preguntas y preguntas, veía a sus compañeros continuar el camino y desaparecer en la distancia. Después de casi una hora ya estaba oscureciendo; el sol se había ocultado y la noche estaba llegando. De pronto, el joven comenzó a escuchar voces, pensó que eran otros caminantes que descendían. Poco a poco se fueron acercando al sitio donde él estaba, y al escuchar con atención reconoció las voces de sus amigos.

Ellos ya regresaban felices y hablaban de lo hermosa que era la nieve en la cima de la montaña; de la sensación de estar allá arriba con el sonido del viento; de lo blanca y radiante que era la nieve y de lo mucho que se divirtieron jugando con ella.

El joven entristeció enormemente, le faltaba tan poco para llegar a la cima. Lamentaba haberse dado por vencido antes de tiempo.

—Por miedo he perdido ésta oportunidad —pensó para sí mismo—. Pero la próxima vez no abandonaré la subida y conoceré la nieve del Cotopaxi —se propuso a sí mismo antes de regresar al refugio.


©Liliana Mora León