Él vive con dos mascotas, a las
que cuida con gran amor. Tiene un perro muy sociable y tranquilo, leal y amante
de la diversión. El otro habitante de la casa es un gato; inteligente y
hablador, tierno y juguetón, y como todo gato bastante dormilón.
Un día, Manuel escuchó a sus
mascotas discutir, con unos ladridos y maullidos muy altos, era una discusión
bastante ruidosa, así que decidió poner atención.
—Él me quiere más a mí —decía el
perro—, sin mi ayuda no podría cruzar las calles y evitar los obstáculos, conmigo va a todas partes.
—Estás equivocado —contestó el
gato—, a mí me ama más, conmigo pasa
largas horas en el sofá.
Manuel al oírlos,
y saber que su amor era la razón de la pelea les dijo:
—Por
favor, paren de pelear, no discutan sin necesidad…yo los amo a los dos.
—Pero
conmigo te ríes más mientras jugamos con la pelota en el jardín —dijo el perro.
—Yo
te hago estar más sonriente cuando acaricias mi pelo —respondió el gato.
—Somos
una familia, y en mi corazón hay lugar para los dos —habló Manuel—. Juego a la
pelota contigo, porque sé que te hace muy feliz —le dijo al perro—; y paso largo rato
acariciando tu pelo porque cuando ronroneas sé que te gusta mucho —le aclaró
al gato.
El
perro y el gato se sintieron tranquilos al escucharlo, él los amaba a los dos,
aunque hiciera cosas diferentes con cada uno.
No
lo olviden nunca —les dijo Manuel—, amar es hacer las cosas que al otro lo
hacen feliz.
© 2014 Liliana Mora León
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