Era un bello día, una tarde de linda primavera en el estanque del parque. Tres pequeños patos, jugaban alegres en círculos, persiguiéndose uno al otro, mientras mamá pata los miraba divertirse.
—¿Qué les parece si hoy tenemos una gran aventura? —dijo mamá pata — Iremos a buscar un gran tesoro.
—¡Qué divertido! —dijo el primero con su gorra en la cabeza—. Seremos como los piratas.
—¡Podemos hacer una gran expedición! —agregó el segundo con su elegante corbatín
—¡No quiero perderme!—expresó el más chiquitín que era bastante temeroso.
—Caminaremos todos juntos, como un gran equipo, —lo tranquilizó mamá pata—ninguno se perderá, y encontraremos más rápido el tesoro.
Y así, los tres pequeños y mamá, salieron alegres a buscar el tesoro. Sólo ella conocía muy bien lo que buscaban. El camino fue difícil, el sol calentaba muy fuerte, y recorrieron varios kilómetros sin tomar una gota de agua.
Ellos daban saltos, pasos rápidos y graznidos por aquí y por allá. Los patos preguntaban a mamá una y otra vez: ¿Es éste el tesoro? ¿Qué tan cerca estamos? ¿Ya vamos a llegar?...y mamá, respondía pacientemente las preguntas de los tres inquietos chiquitines.
¡Por fin!... después de un extenso viaje, mamá pata divisó a lo lejos lo que tanto andaban buscando, y emocionada les gritó:
—¡Corran, corran rápido, estamos llegando!
En ese momento, olvidaron el cansancio y todos salieron apresurados detrás de mamá. Uno tras otro como en fila india, organizados del más grande al más pequeño. ¡Ellos saltaban dichosos de alegría!
—¡Felicitaciones mis pequeños! — dijo orgullosa doña pata después de tan larga y agotadora travesía— Hemos encontrado el tesoro
—¿Mamá dónde está el oro? —preguntó el hermano mayor.
—No todo tesoro es oro, hay cosas que no son oro, pero son todo tesoro —aclaró mamá pata, pero ninguno de los tres comprendió lo que decía.
—¿Cuál es el tesoro? —preguntó esta vez el pato del corbatín esperando encontrar un gran botín y armar un festín.
—¡El agua! —responde emocionada—. ¡El agua pura y cristalina; ese es nuestro tesoro!
—¿El Agua? —exclamaron los tres a la misma vez, con enormes ojos y el pico muy abierto.
—Sí, el agua —repitió ella.
Aquel era un sitio hermoso, un pequeño lago de agua dulce, tan clara que se podía mirar el fondo y más allá.
— Pero en nuestro estaque también hay agua —dijo el hermano mayor algo desilusionado.
— El agua del estanque está contaminada, la gente arroja basura en nuestro hogar —dice tristemente, mientras ve a sus hijos— por eso, mis pequeños, tenemos que buscar agua limpia para beber; si tomamos agua sucia nos dolerá la panza y se inflará tanto como la de una gansa.
Aquel era un sitio hermoso, un pequeño lago de agua dulce, tan clara que se podía mirar el fondo y más allá.
— Pero en nuestro estaque también hay agua —dijo el hermano mayor algo desilusionado.
— El agua del estanque está contaminada, la gente arroja basura en nuestro hogar —dice tristemente, mientras ve a sus hijos— por eso, mis pequeños, tenemos que buscar agua limpia para beber; si tomamos agua sucia nos dolerá la panza y se inflará tanto como la de una gansa.
Después de lo dicho por doña pata, todos cansados de tan extenso viaje y con una enorme sed, se lanzaron presurosos al lago, zambulleron su pico y bebieron deseosos una y otra vez. Era el agua más deliciosa que habían probado en sus vidas.
Luego, una vez que la sed se marchó, nadaron felices jugando con la corriente. Se divertían montones viendo sus imágenes reflejadas en el agua transparente, era la primera vez que veían sus caras como en un espejo...un espejo natural de agua tan limpia como un cristal.
De un momento a otro, el pato más pequeño, que se había alejado del grupo gritó a sus hermanos:
—¡Está brillando, está brillando!
Todos nadaron hasta donde él estaba, y miraron atentamente el sitio que su hermano señalaba con la cabeza; era el lugar donde los dorados rayos del sol, que resplandecían como el oro, se encontraban con el agua de cristal. Allí, entre oro y cristal, estrellas parecían brillar y chispas de diamantes comenzaban a titilar...¡Habían encontrado el tesoro!
© 2014 Liliana Mora León