jueves, 10 de julio de 2014

Cuento de amor al agua: Los tres paticos y el gran tesoro



















Era un bello día, una tarde de linda primavera en el estanque del parque. Tres pequeños patos, jugaban alegres en círculos, persiguiéndose uno al otro, mientras mamá pata los miraba divertirse.

—¿Qué les parece si hoy tenemos una gran aventura? —dijo mamá pata — Iremos a buscar un gran tesoro.

—¡Qué divertido! —dijo el primero con su gorra en la cabeza—. Seremos como los piratas.

—¡Podemos hacer una gran expedición! —agregó el segundo con su elegante corbatín

—¡No quiero perderme!­—expresó el más chiquitín que era bastante temeroso.

­—Caminaremos todos juntos, como un gran equipo, —lo tranquilizó mamá pata—ninguno se perderá, y encontraremos más rápido el tesoro.

Y así, los tres pequeños y mamá, salieron alegres a buscar el tesoro. Sólo ella conocía muy bien lo que buscaban. El camino fue difícil, el sol calentaba muy fuerte, y recorrieron varios kilómetros sin tomar una gota de agua.

Ellos daban saltos, pasos rápidos y graznidos por aquí y por allá. Los patos preguntaban a mamá una y otra vez: ¿Es éste el tesoro? ¿Qué tan cerca estamos? ¿Ya vamos a llegar?...y mamá, respondía pacientemente las preguntas de los tres inquietos chiquitines.

¡Por fin!... después de un extenso viaje, mamá pata divisó a lo lejos lo que tanto andaban buscando, y emocionada les gritó:

—¡Corran, corran rápido, estamos llegando! ­­

En ese momento, olvidaron el cansancio y todos salieron apresurados detrás de mamá. Uno tras otro como en fila india, organizados del más grande al más pequeño. ¡Ellos saltaban dichosos de alegría!

—¡Felicitaciones mis pequeños! — dijo orgullosa doña pata después de tan larga y agotadora travesía
— Hemos encontrado el tesoro

­—¿Mamá dónde está el oro?­ —preguntó el hermano mayor.

—No todo tesoro es oro, hay cosas que no son oro, pero son todo tesoro 
—aclaró mamá pata, pero ninguno de los tres comprendió lo que decía.

—¿Cuál es el tesoro? —preguntó esta vez el pato del corbatín esperando encontrar un gran botín y armar  un festín.

—¡El agua! —responde emocionada—. ¡El agua pura y cristalina; ese es nuestro tesoro!
—¿El Agua? —exclamaron los tres a la misma vez, con enormes ojos y el pico muy abierto.
—Sí, el agua —repitió ella.

Aquel era un sitio hermoso, un pequeño lago de agua dulce, tan clara que se podía mirar el fondo y más allá.

— Pero en nuestro estaque también hay agua —dijo el hermano mayor algo desilusionado.

— El agua del estanque está contaminada, la gente arroja basura en nuestro hogar —dice tristemente, mientras ve a sus hijos
 por eso, mis pequeños, tenemos que buscar agua limpia para beber; si tomamos agua sucia nos dolerá la panza y se inflará tanto como la de una gansa.
Después de lo dicho por doña pata, todos cansados de tan extenso viaje y con una enorme sed, se lanzaron presurosos al lago, zambulleron su pico y bebieron deseosos una y otra vez. Era el agua más deliciosa que habían probado en sus vidas. 
Luego, una vez que la sed se marchó, nadaron felices jugando con la corriente. Se divertían montones viendo sus imágenes reflejadas en el agua transparente, era la primera vez que veían sus caras como en un espejo...un espejo natural de agua tan limpia como un cristal.
De un momento a otro, el pato más pequeño, que se había alejado del grupo gritó a sus hermanos:
—¡Está brillando, está brillando!
Todos nadaron hasta donde él estaba, y miraron atentamente el sitio que su hermano señalaba con la cabeza; era el lugar donde los dorados rayos del sol, que resplandecían como el oro, se encontraban con el agua de cristal. Allí, entre oro y cristal, estrellas parecían brillar y chispas de diamantes comenzaban a titilar...¡Habían encontrado el tesoro!

© 2014 Liliana Mora León

Fábula sobre la vida: El mono joven y la tortuga vieja

































Un mono joven de la selva fue invitado a la  gran fiesta para celebrar los 200 años de la señora Tortuga. Deseoso de tener una larga vida como ella, decidió preguntarle sus secretos:

—Señora Tortuga: ¿Me pude contar cuál es su secreto para vivir tantos años? 

La tortuga, sorprendida por el interés del inquieto mono, alegremente le contestó:

—Las tortugas vivimos muchos años, porque siempre vamos lento, muy lento; no tenemos afanes y caminamos tranquilamente. Vemos muy bien el camino antes de avanzar, así nunca nos extraviamos.

—Pero, yo soy un mono —dijo el joven—, nosotros siempre vamos rápido de árbol en árbol.

—Bueno es para ti, joven travieso, descansar para recuperar tus fuerzas. Las tortugas también tomamos largas horas bajo el sol y disfrutamos de una buena siesta.

—¿Cómo puedes dormir en una selva tan peligrosa?. —Preguntó el mono bastante preocupado.

—Para una tortuga es muy fácil protegerse de cualquier enemigo: escondemos la cabeza en nuestro duro caparazón, así, ninguno puede hacernos daño. 

Mientras la tortuga hablada, el ansioso mono saltaba, saltaba, saltaba... Sin darse cuenta, se pegó en la cabeza con una gran rama de un árbol. El golpe fue tan fuerte que un gran chichón le salió y el mono chilló.

¡Ten cuidado! —exclamó la tortuga al ver aquel chichón—. Recuerda que para tener una larga vida debes: ¡Cuidar tu cabeza¡... Sin ella no llegarás a ninguna parte.

© 2014 Liliana Mora León

"No es lo mismo un joven mono y una vieja tortuga,
que un mono joven y una tortuga vieja"

Fábula de amor a la naturaleza: Las abejas se acaban

En el panal se debatía fuertemente el futuro de las abejas. Era una realidad: ¡Las abejas se estaban extinguiendo!

Ante los graves hechos la Reina convocó a un grupo de sus mejores abejas para buscar soluciones a tan alarmante situación.

La primera, una dirigente de las abejas guardianas propuso: 
Llamemos a las abejas más venenosas del mundo y acabemos con todos los humanos, ellos son los causantes de nuestra extinción.

Eres muy fuerte, y valiente para buscar a un enemigo tan poderoso  —respondió la Reina—, pero nosotras las abejas no somos animales violentos, traemos miel y flores al mundo, no guerras.

La segunda, una abeja zángana agregó:Traslademos el panal a otro lugar, donde el hombre no pueda llegar, así huiremos de él.

El hombre ya está en cada rincón de la tierra, en ningún lugar estaremos a salvo de sus acciones. Además 
aclaró la Reina, las abejas vivimos poco tiempo, no podríamos volar muy lejos 

Por último, habló una abeja obrera, una anciana respetada por su gran sabiduría:

No podemos luchar con un enemigo tan poderoso, tampoco podemos alejarnos lo suficiente 
—después con voz calmada agregó—; pero si nuestra vida es tan breve, hoy debemos trabajar aún más duro, para que la miel que producimos con tanto amor, pueda algún día endulzar el corazón de cada uno de los hombres.

Y desde la gran asamblea, las abejas decidieron doblar sus turnos de trabajo, ya no tienen días festivos, y no volvieron a tomar vacaciones... intentan producir cada día más miel...pero todavía existen muchos corazones humanos sin dulzura.

© 2014 Liliana Mora León