Era un amor de verdad, el que existía entre Wang y BeeGee. Se conocieron
desde muy jóvenes en el zoológico de Johannesburgo. Fue el destino el que los
unió, Wang nació en Japón, y ella en Canadá. Recorrieron miles de kilómetros, y
varios continentes para enlazar sus vidas en Sudáfrica, al otro extremo de la
tierra.
Crecieron juntos, y desde los seis meses compartían juegos. Poco o poco
se hacían más grandes; el fuertemente valiente y ella bellamente tierna. Eran
la pareja más bonita del lugar, quienes los visitaban no podían dejar de
verlos, ellos eran divertidos y cariñosos. Poco a poco el amor fue creciendo
entre los dos.
Como toda pareja enamorada, siempre se expresaban su afecto. A él le
gustaba que ella le rascara la cabeza suavemente, y a ella que él la abrazara
con dulzura. Y a pesar de todos los años que vivieron juntos, eso nunca cambió.
Ellos compartieron toda su vida, encerrados en un pequeño espacio.
Soñaban con vagar libremente por la tundras de Canadá, el país de BeeGee. Pero
esto nunca ocurrió. Ellos debían permanecer en África, dónde tantos los
admiraban.
Aunque se amaron, nunca pudieron tener hijos, ya que necesitaban
el frío para poder tenerlos. BeeGee hubiera sido una excelente
mamá, capaz de pasar cinco meses sin comer por cuidar a sus pequeños…pero eso
tampoco pudo ser.
El tiempo pasó, y la vejez les llegó a los dos y con ella las
enfermedades. Ella se fue primero, su corazón dejó de latir en un mes de enero.
Él, pasó sus últimos días extrañando a su amada, y dejó de hacer las cosas que
más disfrutaba. Muchos intentaron llenarlo de regalos y premios para hacerlo
feliz, pero nada parecía aliviar su tristeza.
Hasta que un día, una mañana de agosto, lo encontraron acostado en el
lugar donde siempre dormía su amada, había muerto de soledad. Ese día el mundo
estaba de luto, había muerto el Ultimo Oso Polar del África.
Después de 30 años de cautiverio, no había nadie más en aquella
jaula. Cientos de periodistas cubrieron la noticia. Wang y BeeGee, nunca
se imaginaron que sus vidas harían historia, y de su amor se hablaría en los
mejores diarios del mundo.
Niños y niñas, padres, profesores,
grupos amantes de los animales de todo el mundo, llegaron esa tarde al
zoológico. Todos querían decirles adiós, y como muestra de agradecimiento,
por tantos años de alegría, les hicieron una última promesa:
¡No visitarían más osos polares en cautiverio!
© 2014 Liliana Mora León
Nota: Cuento basado en la historia real de Wang y BeeGee, osos polares del zoológico de Johannesburgo.
Foto: http://www.fotos-bonitas.com/animales-enamorados/