jueves, 21 de agosto de 2014

Cuento sobre la perseverancia: La flor de los sueños

Hace muchos años en una hermosa tarde del mes de agosto, Ana ensayaba en el jardín sus últimos pasos de baile, mientras su madre descansaba tomando el sol. Nunca se imaginó que ese día descubriría algo mágico.
—Mamá, cuando sea grande quiero ser una gran bailarina —le dice Ana.
—Hija, si es lo que más te gusta hacer, hazlo siempre que quieras —le responde la madre.
—Sííí…, adoro bailar, y quiero ser muy famosa y salir en la televisión —dice Ana, dando vueltas y vueltas, como si ya estuviera ante las cámaras.
—La vida es el tiempo que te regalan para cumplir tus sueños —le responde la madre—. Y cuando haces lo que amas, eres feliz.
La madre se levantó de la mecedora donde descansaba y caminó a un lugar del jardín, donde estaban esparcidas flores amarillas y otras que parecían pequeños globos blancos, desde allí le dijo:
—Ven Ana, quiero enseñarte algo mágico.
Ante la magia, Ana abandonó inmediatamente la danza y corrió al rincón de las flores.
—¿Sabes cómo se llama ésta flor? —le preguntó la madre.
—No lo sé—respondió la niña—. Es una flor muy rara.
—Sí, es rara porque es una flor mágica —dice la madre, mientras toma una del suelo.
—¿Por qué es mágica? —preguntó la niña, sorprendida de que una flor de su jardín pudiera producir magia.
—Es mágica porque es la flor de los sueños ­—responde la madre—. Puedes pedirle un deseo para que algún día se convierta en realidad. ¿Quieres pedir el tuyo? —preguntó la madre.
—Sí, claro que sí —responde Ana, muy emocionada.
—Toma la flor con tus manos y colócala frente a tu cara, cierra los ojos y desde el corazón pídele lo que sueñas,…luego sopla y cuando termines abre los ojos.
Ana, siguió las indicaciones de su madre, y pidió ser una gran bailarina. Sopló muy fuerte y profundo, tan fuerte y profundo como su deseo de ser bailarina, y al abrir sus ojos el globo blanco había desaparecido completamente.
—Así como el viento fuerte de agosto eleva las cometas, elevará también tus sueños, y los hará llegar muy lejos —explicó la madre.
—¿Es tan fácil? —preguntó Ana.
­—Es fácil, pero debes estar muy atenta y nunca abandonar tu sueño —explica la madre—. Cada espiga blanca que hoy lanzaste al cielo, son las semillas de tus sueños. A lo largo de tu vida debes descubrir las señales que te mostrarán el camino para alcanzarlo.
­—Mamá, y ¿cómo sabré que voy bien? —preguntó Ana.
—Hija, cuando el camino que eliges trae alegría a tu corazón es el camino correcto.
Desde ese día, Ana amó a las pequeñas flores que crecían libres en cualquier lugar de la ciudad, y cada vez que las veía recordaba su sueño de niña. Eran tantas, que se alegraba que todos pudieran tener una para pedir por sus sueños.
Después de muchos años de practicar y practicar, y de seguir las señales que en su corazón sentía, Ana llegó a ser una famosa bailarina, y siempre agradeció a su madre el enseñarle la magia de creer en las flores de los sueños.


             © 2014 Liliana Mora León