En un rincón de la clase del
primer grado lloraba Ana, una de las pequeñas estudiantes. Aquello era muy
raro, ella era una niña que siempre vivía feliz y sonriente.
—¿Por qué lloras? ¿Te duele algo?
—le pregunta la profe a la pequeña.
—Maestra, Juanita me ha dicho
que soy muy fea —respondió la niña entre lágrimas
y sollozos—. ¡La más fea de toda la clase!
—Eso no es verdad — le dice la maestra
mientras le seca con ternura las lágrimas—. Eres una pequeña muy hermosa.
—¿Por qué has dicho eso Juanita?
—pregunta la maestra un poco enojada.
—Porque ella es muy oscura —responde
la niña un poco dudosa.
—Juanita, todos tenemos un color
de piel con el que nacemos —explica la maestra—, unos son más claros y otros
más oscuros, pero todos igual de bellos.
¿Niños y niñas han pensado en
cómo sería el mundo si no existieran los diferentes colores? —preguntó la
maestra a su clase.
—¡Muy aburrido! Como un día de lluvia —respondió el
más travieso.
—Las flores serían todas iguales— dijo Ana.
—No existiría el arcoíris — agregó Juanita.
—¿Ya lo ven niños? —preguntó la maestra—.¡Es maravilloso que
seamos diferentes!
Al final la maestra dio un gran suspiro y agregó:
¡El mundo es como una caja de colores, es más bella mientras más colores tenga!
© 2014 Liliana Mora León
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