En la clase de teatro, la maestra explicaba a los estudiantes que el color tenía la capacidad de representar el estado de ánimo de las personas.
Luego, colocó muchas hojas de papel, cada una de un color diferente e indicó al grupo:
—Jóvenes, cada uno elija un color
que represente sus sentimientos en este momento.
—Yo elijo blanco, como mi balón —dijo
el chico deportista más famoso del colegio—, me eligieron para la selección de fútbol de menores ¡Soy todo un campeón!
—Amarillo oro, es el mío —escogió un joven cuya familia era multimillonaria—, ¡Estoy feliz! Mi madre prepara
una fiesta fabulosa para mi próximo cumpleaños.
—Rosa —prefirió el muchacho más
popular por ser super guapo— ¡Me siento fantástico! Logré una nueva campaña de
modelaje para el verano.
Cuando los estudiantes más
sociables y populares terminaron de participar, llegó el turno para los más
callados de la clase. Ninguno de ellos quería escoger un color, pero ante la
amenaza de un cero de la maestra, no les quedó otra opción.
—Verde sapo —dijo uno bastante apenado—,
la chica que me gusta ni siquiera me mira —calló un rato antes de decir con la
voz partida—, me ha dicho que…“ella no besa sapos”.
—Rojo encendido —agregó un estudiante de baja estatura—, estoy furioso con el grandulón
que en el recreo me golpea y se lleva mis onces.
Por último, le llegó el turno al
“nuevo”, un estudiante que gracias a sus notas ganó una beca para estudiar en
el prestigioso colegio. Eran varios los apodados que le tenían por no tener
tanto dinero como los demás: “Pobretón”, “Rata” o “Don Nadie”.
—Negro —habló con voz baja y
apagada— y tan oscuro como el tiempo que he estado en este colegio —dijo mientras
retenía con fuerza unas lágrimas para no dejarlas rodar por sus mejillas, no
quería que se notara que le dolían aquellos apodos y el rechazo del grupo.
Luego de escuchar los comentarios de los
estudiantes la profesora dijo:
—En la vida, nuestras emociones y
situaciones son cambiantes —explicó la maestra, mientras recogía uno o uno los
papeles escogidos por los estudiantes.
Después, los reorganizó y repartió nuevamente en el grupo.
—Ahora, cada uno tiene otro color —explicó la profesora—, pero uno del grupo contrario al que inicialmente
escogieron. La tarea es representar a la persona que en la primera parte eligió el color, comprendiendo sus sentimientos y actuando su vida.
Al campeón de fútbol esta vez le
tocó el color rojo, y representó al chico solitario golpeado por el más grande. A
su vez, el más pequeño saboreó la gloria de ser el más famoso futbolista del
colegio y tener todo un equipo para defenderlo, ante cualquiera que intentara golpearlo.
El modelo rosa, pasó a ser el verde sapo, a quien nadie quiere besar. Por el contrario, el chico que se creía feo y poco atractivo, asumió
el papel del modelo admirado y deseado por todas las chicas.
Al joven multimillonario, esta vez le tocó el negro, y sintió la tristeza de estudiante rechazado por ser pobre. En esa clase, por fin le brilló el oro al estudiante nuevo, quien imaginó su primera fiesta de cumpleaños con todos los chicos de la clase... ¡Era fantástico ser aceptado!
Una vez finalizado el ejercicio, un grupo de los estudiantes sonreían y otros estaban muy pensativos. Luego, la maestra les dijo:
— La vida es como una obra de
teatro. Así como hoy cambiamos los colores, la vida nos pueda girar las
circunstancias en cualquier momento. Por eso; si hoy tienes colores alegres
compártelos con los que no los tienen; y si hoy te tocaron los colores tristes,
tampoco olvides que son temporales.
¡En la vida todo pasa y no puedes permanecer siempre en el mismo papel! —concluyó la maestra.
¡En la vida todo pasa y no puedes permanecer siempre en el mismo papel! —concluyó la maestra.
Es verdad, pocas cosas cambiaron en el grupo después de esa clase de teatro, pero para algunos estudiantes, esos pocos minutos revivieron la esperanza de una mañana mejor.
Y tú ¿qué color tienes el día de
hoy?
©Liliana Mora León