Te voy a
contar un cuento, que no es un cuento; y aunque no lo creas, y pienses que no
es verdad, tiene mucho de realidad:
En una
ciudad conocida como Bogotá, existen pequeños pantanos de agua llamados Humedales Algunos tienen nombres de animales, por ejemplo: El Burro, La Vaca y
La Conejera; aunque en realidad en ellos no viven ni burros, ni vacas, ni
conejos. Pero sí hay aves, muchas aves especiales.
En los
humedales de la sabana habitan algunos pájaros que no existen en ningún otro
lugar del planeta. ¿Te imaginas? Ni en China, ni en India, ni en Canadá, sólo
en Bogotá.
Doña Pata,
es una de ellas. Es un ave bonita y también elegante. Al entrar al agua nada
tan rápido que parece una campeona de olimpiadas. Pero lo malo es que no puede
volar. Por más que intenta elevarse del piso no logra subir ni un metro.
Y aunque los
patos de su especie no surcan los cielos, ella está muy orgullosa de pertenecer
a su familia. Sabe que quedan muy pocos. Teme que algún día no exista nadie con
su raro y enredado apellido.
Doña Pata,
no quiere terminar como su primo: el “Pato Zambullidor Andino”. Nunca lo volvieron a ver. De él
sólo queda el recuerdo y algún viejo retrato pintado a mano. ¡Se extinguió!
Las amigas
de doña Pata, unas aves que vuelan alto y conocen cada rincón de la
ciudad, le han dicho que: ¡Los humedales están desapareciendo! Le
contaron también que a la “Tingua Bogotana”, un ave de hermosas plumas verdeazuladas y
delgadas patas de bailarina, ahora poco la ven.
Preocupadas
le chismosearon que llevan mucho tiempo, pero muchísimo, sin escuchar la
serenata del pájaro "Cucarachero" Nadie sabe qué ha pasado con él, todos extrañan su alegre e inconfundible
cantar: Tuiiti, Tuiiti, Tuiiti…
Doña Pata,
teme que su familia también desaparezca de la tierra. Ahora que calienta sus
tres huevos intenta por todos los medios limpiar su pantano. Con el pico atrapa
lo que más puede y lo lleva hasta el cesto de la basura. Agarra de todo:
bolsas de papas fritas, botellas de gaseosa, miles de empaques de golosinas y
muchas cosas más.
Cada día, como
por arte de brujería, una nueva montaña de basura aparece. Aquel trabajo no
tiene final. El humedal permanece con un asqueroso sabor que le hace doler las
tripas, y un apestoso olor que le da ganas de vomitar.
— ¿Por
qué los humanos no dejan la basura en su lugar?, se pregunta mientras lucha por
encontrar comida en aquel sitio contaminado.
Cansada de
trabajar sin descanso, y al escuchar la noticia que los gobernantes de su ciudad,
aprobaron construir edificios en su humedal, doña Pata decidió buscar un nuevo
hogar. Uno más limpio donde sus hijos puedan crecer sanos y su familia viva
feliz.
— ¿Conocen
un río cercano? —preguntó a sus amigas las aves.
— Querida,
tiene que salir por la puerta amarilla, camina hasta la esquina, cruza la calle
y al frente encuentra el “Río Claro” —le indicó una de ellas.
Doña Pata
estaba feliz. Nunca se imaginó que existiera un río tan cerca, y
sobretodo, uno de aguas claras. Ella se dio prisa, empacó sus tres huevos
y salió con paso rápido y afanado.
Era la
primera vez que salía del humedal y con miedo enfrentó ese nuevo mundo. Al
llegar a la gran avenida observó unos objetos gigantes movedizos. Eran como
gusanos de metal de color rojo intenso que zigzagueaban por el asfalto. Estaban
repletos de humanos con cara de preocupación.
En un aviso
pintado en el costado de uno de esos extraños objetos, doña Pata leyó:
“Prohibidos los patos”
— ¡En esta
ciudad no quieren a los patos! —exclamó con tristeza.
Luego, al
ver miles de autos de diferentes colores y tamaños que corrían a gran velocidad
se preguntó:
— ¿Cómo voy
a cruzar sin morir aplastada?
Y, como si
ocurriera un milagro, como por un acto de magia, extendió sus alas y comenzó a
volar sobre la gran avenida encima de todo el tráfico.
—¡Pero si los
patos no sabemos volar! —exclamó doña Pata, aquello le pareció increíble.
Era la
primera vez que cruzaba el cielo, y un furioso viento de agosto le hizo dar una
voltereta cual cometa, y uno de sus huevos saltó al aire. Ajustando su rumbo
descendió veloz para alcanzarlo y logró atraparlo antes que llegara al suelo. Pero
sin darse cuenta aterrizó estrellada contra un arbusto de arrayan.
Dolorida se
levantó, revisó sus huevos y respiró aliviada al verlos sin rasguños. Después
de un descanso, siguió las indicaciones de sus amigas hasta llegar al “Canal
del Río Claro”. Caminó por el puente para admirar el río desde
arriba, pero lo que observó la dejó con el pico abierto:
Más, y más,
y más basura… ¡Basura por todos lados! Aquello era un depósito de trastos
viejos, camas, colchones, mesas, cartones, ladrillos, ropa, llantas, mugre y
mugre y más mugre…Y, nuevamente, en el fondo, el agua gris verdosa maloliente
que le daba tanto dolor de panza.
— ¿Dónde está
el Río Claro? —se preguntó—. ¡Guácala, esto huele muy mal! —, dijo
mientas se tapaba el pico con las plumas de sus alas.
Siendo un
animal muy inteligente, no se dio por vencida y se le ocurrió una brillante
idea:
— ¡Ya sé!
Caminaré hasta la cima de la montaña, e iré al páramo donde nacen los ríos.
Allí encontraré agua pura.
Doña Pata,
emprendió nuevamente el camino, era fácil orientarse mirando la gran montaña
que estaba parada justo donde el sol salía cada mañana.
Al rato,
encontró un nuevo peligro: eran dos gatos callejeros, de cuerpo negro y patas
blancas, tenían grandes ojos amarillos que asustaban en la noche y les daban mirada
de malosos:
—¡Esta es
nuestra calle! —gritó uno de ellos.
—¡Lárguese
de aquí! —Masculló el otro—. Devuélvase por donde vino.
—Tranquilos
amigos... no se preocupen —respondió doña Pata mientras protegía sus huevos—.
Yo sólo quiero llegar a la cima de la montaña.
—¡Nosotros
odiamos los patos con su horrible Cuac, Cuac, Cuac! —agregó el gato más viejo.
Luego, la corretearon
sin cesar y le lanzaban arañazos con sus garras. En medio de la pelea,
acorralada en un rincón, temblando de miedo y con sus huevos pegados al
corazón, ella sintió que su cuerpo
cambiaba y sus alas crecían rápidamente:
— ¡Esto es
maravilloso! ¡Estoy volandooooo! —resopló asombrada mientras veía a los gatos
mirando al cielo con cara de bobos.
Después de
pasar tremendo susto reanudó el viaje. A medida que subía la montaña, menos
gente había y el agua más limpia parecía. Y lo mejor de todo, no encontró ni
una pizca de basura.
Tras varias
horas de camino, con las patas ya cansadas, las plumas sudorosas y el pico
seco, se enfrentó al mayor enemigo que encontró en el viaje: el hombre. Un
cazador experimentado con un rifle en el hombro le disparó varias balas, pero ninguna
logró dar en el blanco. Ella no comprendía qué pasaba, y tras escuchar un
nuevo estallido, apuró el vuelo y logró escapar de una muerte segura. Sin duda,
¡era su día de suerte!
Después de
varios kilómetros subiendo y subiendo la montaña, por fin llegó al “Humedal El
Paraíso”. Era el cielo de los animales en la tierra. Cruzó una enorme puerta
sin pagar la entrada y leyó en un pequeño aviso: ¡Bienvenidos todos los
patos!...
Ilusionada
entró al que sería su nuevo hogar. Aquel era un sitio hermoso. El ruido del
agua fluyendo era una melodía que nunca había escuchado ¡Era un lago de
ensueño!
Cansada de tan extenso viaje guardó rápidamente sus huevos, y con una enorme sed se lanzó presurosa al agua. ¡Estaba helada pero sabrosa! Al sumergir la cabeza encontró deliciosos gusanos y peces pequeños, eran todo un manjar.
Doña Pata
veía cientos de aves surcar el cielo y sintió que los árboles desprendían
un agradable aroma. De pronto, sin esperarlo, escuchó un ruido muy fuerte.
Tras el estruendo, volvió el horroroso olor, aquel que pensaba había dejado
atrás.
Asustada
pegó un gran brinco, abrió los ojos y cuando miró alrededor lo reconoció:
estaba en su viejo humedal, entre el agua sucia y la basura. El ruido
ensordecedor del tractor le señalaba que los humanos estaban construyendo el
nuevo barrio. Mientras, ella permanecía en el nido calentando sus tres huevos.
Al ver
aquello exclamó con preocupación:
—¡¿Qué
pasará con mi familia si los patos no sabemos volar?!
Muy linda la historia, buen cuento.
ResponderEliminarmuy chévere me gusto mucho
ResponderEliminarmuy chevre y muy largo majo sierto como martic puso eso
ResponderEliminarque linda esa historia muy buen cuento
ResponderEliminarExcelente cuento! para compartir y reflexionar con los estudiantes sobre la realidad de los humedales y la importancia de cuidar nuestros ecosistemas.
ResponderEliminarBonito cuento, casi me hace llorar
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