Cathi, una periodista de un país muy rico, viajó a la India, y mientras
caminaba cerca al hotel un niño se le acercó y le dijo:
—Señora, por favor, cómpreme un par de zapatos.
Ella bajó la cabeza para ver quien le hablaba. Al hacerlo, vio a un
pequeño niño, con la ropa rota y muy sucia, y los pies descalzos.
—Por favor señora, necesito zapatos —volvió a repetir el niño.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó la mujer.
—Mishka —respondió el niño, y sabiendo que su nombre era especial agregó—;
y significa “regalo de amor”.
—Mi nombre es Cathi —se presentó ella, mientras sonreía del ingenio del
pequeño—, y hoy te daré ese regalo que me pides.
Al frente del lugar había un almacén, entraron y compraron los zapatos
que el niño eligió. Al salir, Mishka dio las gracias y se marchó muy contento.
Otro día, nuevamente el niño, al verla salir del hotel, le pide un par
de zapatos.
—¿Qué hiciste los que te compré? —preguntó Cathi.
—Los he regalado porque me quedaron pequeños —dijo Mishka algo apenado,
pero con una leve sonrisa.
—Bueno, está bien —respondió Cathi después de poner a prueba su
generosidad—. Yo también, más de una vez, compré zapatos que después me
apretaron los pies.
Entraron a la tienda y compraron un nuevo par de zapatos, esta vez más
grandes que los anteriores. El niño salió feliz con su regalo.
El tercer día, ocurre la misma escena, pero esta vez Mishka le pedía
zapatos a otro turista. Cathi, como buena periodista decide poner atención a lo
que pasaba y escuchó:
—Me parece que esos zapatos son de niña —le dijo el hombre a
Mishka.
—Señor, estos son los zapatos que me gustan, así se usan en la India —respondió
Mishka con algo de picardía.
El hombre decidió comprarle los zapatos al gusto del niño, al fin de
cuentas eran zapatos muy baratos, y qué sabía él de la moda en la India.
Cathi al ver a Mishka salir del almacén y separarse del turista, lo
siguió sigilosa, para no ser descubierta.
—¿Mishka está engañando a los turistas? ¿Trabajará para algún ladrón que
explota a los niños?, se preguntaba Cathi
mientras lo seguía por diversas calles de la ciudad.
Al final, llegaron a un callejón sin salida; era un sitio sucio y
oscuro, que se veía bastante peligroso. Mishka dio un silbido, y después otro
más fuerte, y de la nada comenzaron a llegar niños y niñas; todos muy pobres y
más pequeños que Mishka.
Una niña sin zapatos salió presurosa dando brincos y diciendo:
—Mishka, ¿Me has traído mis zapatos?
—Sí —respondió el niño con una gran sonrisa—, por fin he podido traerlos,
me los ha comprado un turista.
Cathi observó en el rostro de la niña una gran felicidad al
probarse sus zapatos, y aunque sus pies
eran mucho más pequeños, inmediatamente salió a correr con ellos. Al fijarse bien, también reconoció que
dos niños llevaban puestos los zapatos que ella le había comprado a Mishka,
mientras él seguía descalzo.
Ese día Cathi descubrió porque Mishka era: “Un regalo de amor”.
©Liliana Mora León